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Si se empobrece el motor de la fuerza de voluntad, da igual el coche que tengas, ya sea un BMW o un Porche. La clave tal vez sea vivir con voluntad y saber manejar tus creencias y constantes fisiológicas.

Sin voluntad, te quedas a medio camino de tus sueños. Sin voluntad no se da la paciencia, y sin paciencia, no hay aprendizaje ni amor. Sin amor, no puede haber escucha ni empatía, y si pierdes la escucha interna y la apertura al otro, pierdes el sentido de relacionarte con el otro y de atender a la vida. Entonces de repente uno entra en la duda, en una necesidad imperiosa de seguridad protectora que hace que busquemos fuera lo que se puede hallar dentro. En esa búsqueda ya la autoestima y la confianza en uno mismo se han tambaleado un poco. Y un buen día, te encuentras creyendo que como te mira el otro, así eres. Tal vez esa mirada te reconozca y potencie cierta confianza perdida. O tal vez, lo que encuentres sea una mirada de rechazo, una revista de guapas y guapos, películas de mundos perfectos o personas que dejan de estar sin entender por qué. Entonces comienza la comparación para encontrar referencias que te ayuden a evaluar si vas por buen camino o por mal camino, y llegar a lo que quieres con el mínimo esfuerzo, claro está, porque no crees mucho en ti ni en tu motor, a lo que he denominado fuerza de voluntad. En ese instante aparece la envidia o los celos, al descubrir en esa comparación que otros tienen lo que tú deseas. Te preguntas -¿por qué yo no lo tengo? Hay quienes deciden atravesar el camino de la manipulación, el chantaje, para lograr con el mínimo esfuerzo lo deseado. Otros, sin embargo, descubren que no les queda más remedio que desaprender la pereza y ponerse las pilas consigo mismos. Y en otras ocasiones, hay quienes se dirigen a querer tener la razón por encima de generar un buen ambiente, un compartir. Te has preguntado alguna vez -¿qué es lo importante para ti en tu tener razón? ¿Renunciarías a tener razón para que tu entorno estuviera bien?.

La inversión de tiempo de calidad personal, familiar y social requiere calma y para balancearlos con las obligaciones, cierto tiempo hasta encontrar el equilibrio. Te invito a pensar la siguiente pregunta: ¿Quién soy?. Párate por un momento ¿Cuánto y cuándo te resistes a ser?.

A lo largo de la vida, cuando fuiste un niño, una niña, te encontraste con muchas miradas y tu cerebro y cuerpo se sincronizaron neuralmente con cada miembro de tu familia. Te identificaste con la forma de ver la vida de tus padres, herman@s, familiares, amigos, profesores y encontraste un sentido a lo que no entendiste de lo que te contaron e hicieron. Y lo guardaste en un archivo mental repleto de adjetivos -“soy malo”, “no valgo para esto”, “soy un desastre”-. Si preguntas a un niño o niña que describa lo que más le gusta y lo que menos de él/ella, curiosamente empezarán por lo negativo. Impacta bastante. De aquí que haya creado la “Educación Consciente” y “Kamiplay”, ya que los niños se están formando y necesitan mucha paciencia, seguridad y empatía para conocer su realidad y sus límites, y es importante que lo experimenten explorándolo por sí mismos donde tienen sus límites y hasta donde pueden y quieren llegar.

De modo que, un niño decide esconder a los mayores lo que sabe que no les gusta porque “desde el juicio adulto” no lo hace bien, ya que son así de fieles y maravillosos con sus progenitores. Los niños son amor incondicional. La mente suele interpretar como “debilidad” lo que no nos gusta de nosotros y lo que algunas personas en edades infantiles o adolescentes han criticado o rechazado de nosotros. Así que las debilidades se intentan camuflar al máximo. Aquí aparece la famosa “Sombra”.

¿Qué ocurre en todo este circuito? Que nuestros padres también recibieron lo suyo llevando consigo luces y sombras. Y si el niño les muestra alguna de sus sombras, las rechazarán visceralmente si no se han hecho un trabajo previo introspectivo y emocional. Los niños acogen como suyo lo que sus padres dicen de forma verbal y no verbal, pero con miedo, vergüenza o rabia. Así que, poco a poco, pierden cualidades de su esencia amorosa y creativa, dejando de hablar, de cantar, de pintar, bailar…-si les preguntas, te dirán, ”es que me da vergüenza”-. Estas cualidades ayudaban al niño a llegar a los demás de forma espontánea y sana. Al restringir su capacidad de elegir con sus gustos y preferencias (dejando de lado las pantallas) sus cualidades corporales y creativas para explorar de manera segura el mundo, comienza a dudar y a vivir con supuestas “debilidades” y con miedo a la apertura a otros. Por regla general, la mayoría de los traumas, por no decir todos, son traumas relacionales.

Si el poder social lleva al consumismo para conseguir reafirmar lo que uno es y quiere; si llevas una mochila llena de piedras que te dificulta llegar a tus objetivos y la voluntad la has dejado a medio camino por el motivo que sea, posiblemente estés buscando en otras personas lo que no puedes encontrar y darte a ti mismo.

Y aquí, es donde aparece el sentimiento de especialidad o de polaridad. Valoras lo que tiene el de al lado y además no te sientes completo. A este proceso se le llama “envidia”. Todas las personas tienen envidias o celos. No hay ninguna que se salve. Crees que te falta algo lo que ES MUY IMPORTANTE PARA TÍ ya que has sufrido por ello y te ha quitado mucha paz interior. La mochila que llevas te pesa bastante y es inevitable que no te fijes en los baches, las piedras y las cuestas del camino, así que APRENDER se convierte en un suplicio.

¿Qué se hace entonces? Aplicar la ley del mínimo ESFUERZO. Hay que dejar claro que se envidian los valores que muestran las personas, no a las personas en sí. Claro, aquí tenemos un problema, porque no podemos poseer lo que envidiamos de la otra persona, a no ser que queramos incorporarlo en nosotros APRENDIENDO. Así que como el ser humano es muy inteligente, inventa una solución corta en el tiempo y que además no supone especial esfuerzo. Si descalifico a la otra persona en eso que tanto anhelo/quiero/necesito, conseguiré que deje de hacerlo o mostrarlo, y asunto resuelto. Y es así como hacemos cuando no somos capaces de aprender lo que más necesitamos porque es lo que nos quita la tranquilidad interna: ¡Criticar!.

Los dos miedos más representativos de la sociedad actual se encuentran en el miedo a perder los placeres (todo lo que produce bienestar inmediato) y el miedo a hacernos mayores.

Acabas de descubrir que eres el arquitecto/a de tu cerebro, lo que te sitúa como parte activa en este proceso de desarrollo personal y de reflexión sobre todo aquello que has acogido en tu vida sin pensar mucho sobre sus posibles consecuencias.

Pero más importante que la carga genética o el poder de influencia al que uno se expone, es CÓMO VIVES TU DÍA A DÍA y tu capacidad para QUERER APRENDER.

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