Entenderás perfectamente esa sensación de incertidumbre y frustración que puede generar el hecho de que alguien no responda a los mensajes. A continuación, te comparto algunos consejos para ayudarte a sobrellevar la situación de una manera más saludable:
- Dale espacio y tiempo
A veces, las personas simplemente están ocupadas o pasando por un mal momento. En lugar de obsesionarte con la inmediatez de la respuesta, date permiso para relajarte y reconocer que no siempre sabremos lo que está pasando al otro lado. Si esa persona realmente tiene interés, tarde o temprano te responderá. A veces, la gente se encuentra ocupada, enredada en sus problemas o, simplemente, disfrutando de la pereza existencial. - Evita el sobreanálisis
Es muy fácil caer en la trampa de pensar: “¿Hice algo mal?” o “¿Le habrá molestado algo que dije?”. Sin embargo, muchas veces no es un asunto personal. La gente tiene sus propias luchas diarias (exámenes, problemas familiares, trabajo intenso, etc.). No te desgastes pensando en mil y un escenarios negativos. Tras el primer minuto de espera, solemos quedarnos mirando el móvil como si fuera el oráculo de Delfos: “¿Habrá sido mi chiste? ¿Mi emoticono de delfín fue demasiado?” Cálmate. El mundo interior de la otra persona, con frecuencia, no tiene nada que ver contigo. Darle vueltas solo te marea más. - Cuida tu autoestima
Que alguien no conteste un mensaje no define tu valor como persona. Tu valía no depende de la validación de los demás ni de que te respondan de inmediato. Practica el autocuidado y haz actividades que te hagan sentir bien contigo misma/o. - Define tus límites
Si te encuentras esperando constantemente respuestas y esto está afectando tu tranquilidad, hazte esta pregunta: “¿Cuánto tiempo o cuántos mensajes puedo enviar sin sentirme incómoda/o o insistente?” Saber poner límites es importante para proteger tu salud mental. Si descubres que la espera se está transformando en una especie de tortura mental, sería buen momento de ir a consulta a trabajar ese apego ansioso. - Sé clara/o y directa/o (si es oportuno)
Si sientes que la relación o comunicación es importante, podrías intentar un acercamiento honesto, pero breve: “Hola, espero que todo vaya bien. Solo quería confirmar que recibiste mi mensaje. ¿Qué piensas?”. Si aun así no recibes respuesta, ese silencio también puede darte información valiosa acerca de la reciprocidad que existe en esa relación. - Evita caer en la “doble persecución”
Es un error muy común volver a mandar mensajes, uno tras otro, preocupada/o por la falta de respuesta. En ocasiones, la ansiedad se pone en modo discoteca y te impulsa a lanzar mensajes a diestro y siniestro, como bengalas en la noche. Pero esta sobreabundancia de señales de auxilio puede acabar espantando más que iluminando. Mantén la calma, tu elegancia y un toque de orgullo personal. - Mantente ocupada/o y con una mentalidad de abundancia
No centres toda tu atención en una sola conversación. Dedica tiempo a otras personas, otros proyectos y, sobre todo, a ti misma/o. Conoce gente nueva, enfócate en tus metas y pasiones. Es vital ocuparse en otros menesteres: amistades, maratones de lectura, paseos por la ciudad, charlas con vecinos a la hora del pan. Lo que sea que te recuerde que el mundo es amplio y generoso. Así, la necesidad de una respuesta inmediata pierde el protagonismo. - Analiza el contexto
No es lo mismo si se trata de un mensaje de trabajo, uno personal o si estás en medio de una conversación importante. Reflexiona sobre el tipo de relación que tienes con la otra persona. A veces, las dinámicas profesionales requieren de mayor formalidad y urgencia, mientras que las relaciones casuales o de amistad pueden darse el lujo de demorarse más. No es lo mismo si se trata del mensaje a un jefe de proyecto, que puede requerir inmediatez, que si estás escribiendo a un amigo de la infancia que anda en una fase de desconexión. En ciertos ámbitos, la tardanza en contestar puede ser hasta un modo de vida. - Practica la mirada empatía
Pregúntate: “¿Cómo me sentiría si estuviera muy ocupada/o o estresada/o y alguien me exigiera una respuesta inmediata?”. Imagina por un instante que eres tú quien recibe cientos de mensajes mientras corres al supermercado, atiendes la lavadora o intentas no quemar la cena. ¿Te gustaría que alguien te reclamara con aire de urgencia? A veces, comprender el momento del otro aporta serenidad. - Recuerda: el silencio también comunica
Si después de un tiempo prudencial, la persona sigue sin dar noticias, puede que el mutismo sea su forma de expresar lo que no ha sabido —o no ha querido— decir con palabras. Duele, pero es preferible reconocer esa realidad y continuar tu camino.
En resumen, tu alegría, como tus ideas, son demasiado valiosas para quedar supeditadas al “visto” de alguien. Hay una infinidad de razones por las que alguien puede no contestar un mensaje. Lo importante es que no dejes que esa situación te haga sentir menos valiosa/o ni te atrape en la ansiedad. Toma las riendas de tu vida, sigue adelante y cuídate. ¡Tú mereces paz mental y relaciones que sumen, no que resten!
María

